ESPACIO DE CONEXIÓN REAL
Año 2050. Los niños ya no asisten a la escuela en la forma en que lo hacÃan hace treinta años. Las aulas fÃsicas, como las conocÃamos, se habÃan convertido en reliquias, casi un mito del pasado. La educación se imparte en entornos virtuales inmersivos, donde las fronteras entre lo real y lo digital se disuelven con cada lección. Los educadores sociales ya no sólo son guÃas de conocimiento, sino arquitectos de experiencias sensoriales y emocionales.
Soy Iván, educador social. Mi trabajo no consiste solo en enseñar, sino en acompañar, en ayudar a los más vulnerables a encontrar su lugar en este mundo hiperconectado y acelerado. Mi tarea es compleja: soy un puente entre las realidades virtuales y las emociones reales de los niños que no se sienten cómodos en la simulación.
Esta mañana, mi jornada comienza en una pequeña oficina en lo que antes era un centro juvenil. Hoy, se llama "Espacio de Conexión Real", pero para mà sigue siendo un refugio para los que necesitan algo más que una pantalla frente a sus ojos. AquÃ, los chicos que aún luchan con su adaptación a la era digital pueden desconectarse y hablar de sus emociones cara a cara. Son pocos, pero siguen existiendo.
MarÃa es una de mis estudiantes. Es una joven de 16 años, de rostro serio y mirada profunda, pero con una energÃa que la caracteriza, a pesar de todo. MarÃa no se siente cómoda en los mundos virtuales. Su ansiedad se activa cada vez que debe interactuar con un avatar, y aunque sus compañeros parecen disfrutar de la simulación de clases, para ella es un reto. Asà que le asignaron sesiones conmigo. Hoy es el primer dÃa que veo algo distinto en su rostro: está decidida.
— ¿Cómo estás, MarÃa?
— Estoy bien, pero... necesito que me ayudes con algo importante.
— Lo que necesites, sabes que aquà estamos para eso.
— Es sobre mi avatar en el mundo virtual. Todo el mundo me dice que es perfecto, que me adapto bien, que soy buena en lo que hago. Pero no soy yo, Marcos. No soy esa imagen. Siento que cada vez que estoy en ese mundo, pierdo lo que realmente soy.
En ese instante, algo en mi interior se conmueve. Comprendo lo que está pasando. La identidad digital y la identidad real han entrado en conflicto. En 2050, los mundos virtuales están diseñados para hacernos brillar, para presentarnos como lo que deseamos ser. Pero eso, para algunos, es una trampa. Y MarÃa es una de los muchos que no sabe cómo navegar entre esas aguas turbulentas.
— MarÃa, lo que estás viviendo es una experiencia común, pero también es valiente que lo reconozcas. La realidad virtual puede ser liberadora para muchos, pero para otros, como tú, puede crear desconexión. Lo que veo en ti, hoy, es a una joven que está buscando su autenticidad.
MarÃa me mira, los ojos algo humedecidos, pero hay una chispa de alivio. Por primera vez en mucho tiempo, siento que no solo soy un educador social en un futuro distante, sino un ser humano conectado a alguien más, a alguien que necesita el toque real de un consejo, una palabra, una mirada de entendimiento.
— Creo que puedo dejar de intentar ser perfecta, quizá lo que realmente necesito es ser yo misma, sin miedo al qué dirán los demás.
Mi trabajo hoy no fue mostrarle una lección virtual ni enseñarle habilidades cognitivas de los mundos digitales. Mi trabajo fue recordarle que ser auténtica es, quizás, la mayor habilidad que puede tener en un futuro donde todo se mide en avatares y simulaciones.
Mientras la sesión termina, observo a MarÃa salir del centro, su paso ya más firme, menos cargado de dudas. En 2050, la educación social ha evolucionado, sÃ, pero el alma humana sigue buscando lo mismo: conexión genuina. Y esa, por fortuna, nunca cambiará.
Y aquÃ, en este espacio real, seguiré siendo la guÃa de aquellos que, como MarÃa, aún buscan un punto de apoyo en un mundo que avanza demasiado rápido.
Esto que acabais de leer es un relato que he hecho imaginando una remota situación de como será la vida de un educador social dentro 25 años. En el que los educadores te enseñan a lidiar con las emociones mediante un mundo digitalizado. Iván tiene que ayudar a MarÃa porque no encuentra un equilibrio entre su yo digital y su yo real y esto le está generando bastante ansiedad. Con este relato quiero transmitir que el apoyo sigue siendo fundamental en la educación por muy futurista que sea.
Me ha parecido un relato muy emotivo y reflexivo sobre el futuro de la educación social. Aunque la tecnologÃa avance y las aulas sean virtuales, el apoyo humano sigue siendo esencial. La historia de Iván y MarÃa muestra cómo, a pesar de la digitalización, el acompañamiento emocional y la autenticidad siguen siendo fundamentales. Es un recordatorio de que, más allá de las herramientas tecnológicas, siempre necesitamos conexión real y apoyo emocional. ¡Me ha hecho pensar mucho sobre el equilibrio entre lo digital y lo humano!
ResponderEliminarConsidero que no hay nada como un hombro de verdad en el que apoyarte y un abrazo real de un buen amigo. Al igual que la enseñanza, personalmente, en la pandemia me costó mucho más atender que de normal. Nada como un tú a tú con alguien. Gracias por tu comentario Sara!!
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